Los edificios brutalistas siempre han llamado la atención. Este estilo arquitectónico surgió en los años 50 en Reino Unido y se caracteriza por construcciones en las que se muestran los materiales desnudos, sobre todo hormigón o ladrillo visto, sin lucir ni pintar, y a menudo se acude a formas geométricas en el diseño. Al otro lado del Atlántico encontramos uno de los ejemplos más curiosos y aterradores del mundo: Long Lines Building. Este rascacielos ubicado en el número 33 de Thomas Street de Nueva York tiene 169 metros de altura y ni una sola ventana. Su arquitecto, Warnecke, planteó un edificio a prueba de ataques nucleares y pensado para las máquinas, no para el ser humano, lo que ha motivado muchas teorías conspiranoicas.