La provincia de Huesca, en el corazón del Pirineo aragonés, no solo es famosa por sus cumbres nevadas y valles de ensueño, sino también por sus pintorescas localidades, algunas abandonadas donde el tiempo se ha detenido. Víctimas de embalses, despoblación o proyectos fallidos, estos núcleos silenciosos guardan historias de resistencia, naturaleza indómita y memoria colectiva. Hoy, recorrerlos es adentrarse en una Aragón misteriosa, cargada de emoción y belleza, que invita tanto al asombro como a la reflexión.
Búbal
A los pies del embalse de su mismo nombre, Búbal se vio obligado a desalojar a todos sus vecinos en los años 60 tras la expropiación de sus tierras para el proyecto hidroeléctrico. A pesar de que la parte alta del pueblo nunca fue inundada, la vida cotidiana allí se desmoronó, quedando las casas vacías.
Sin embargo, Búbal supo reinventarse y hoy es un ejemplo pionero en la recuperación de pueblos abandonados. Gracias a un programa educativo, su arquitectura tradicional se ha restaurado y centenares de jóvenes participan cada año en actividades ambientales y culturales en este pueblo abandonado de Huesca en un pantano.
Jánovas
Jánovas es mucho más que un antiguo pueblo abandonado de Huesca. Ubicado en el valle del Ara, encarna la lucha incansable de quienes se vieron obligados a marcharse por la amenaza de un pantano que nunca se construyó. Durante más de medio siglo, sus vecinos defendieron su derecho a la memoria y al retorno.
Hoy, sus casas y espacios emblemáticos están siendo rehabilitados por antiguos y nuevos pobladores, y el carácter acogedor del pueblo vuelve a sentirse. Se encuentra en término municipal de Fiscal, cerca de Boltaña.
Polituara
Polituara fue durante siglos parada imprescindible de comerciantes y caminantes en la senda real hacia Francia, dotada de todos los servicios vitales para la vida rural. La expropiación por la construcción del embalse de Búbal puso fin a su actividad, condenando al olvido incluso profesiones ancestrales como el herrero o el panadero.
Hoy las ruinas de este pueblo vecino al de Búbal aún muestran la huella del pasado, mientras iniciativas vecinales trabajan en la conservación de edificios y senderos.
Finestres
En lo alto de un promontorio sobre el embalse de Canelles, en el límite entre Cataluña y Aragón, Finestres asombra por la mezcla entre la naturaleza indómita y los vestigios de su pasado medieval. La despoblación y el aislamiento, acentuados por la construcción del embalse, transformaron sus casas en ruinas.
Su mayor tesoro paisajístico es la singular 'muralla china de Huesca', una formación de roca caliza que custodia el lugar y confiere al pueblo una personalidad única. Quienes llegan hasta aquí, a pie o por pista forestal de historia y silencio.
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Sasé
Sasé es un ejemplo de los despoblados de Huesca de cómo las ansias de revivir un pueblo pueden movilizar a comunidades enteras. Tras quedar abandonado en 1965, años más tarde un grupo de jóvenes rehabilitó parte de sus casas, huertos e incluso abrió una escuela, intentando devolverle la vida.
El experimento duró poco por conflictos administrativos, pero dejó una huella imborrable: sus muros rehabilitados y la presencia ocasional de habitantes recuerdan que la resistencia frente a la despoblación es posible. Hoy, pertenece al municipio de Fiscal.
Susín
Aunque su censo indica abandono, Susín nunca ha estado completamente vacío. Este remoto núcleo del Alto Gállego se ha mantenido gracias al tesón de vecinos que apostaron por su restauración e impulsaron actividades para preservar su esencia y patrimonio.
Recorrer sus senderos, la iglesia románica o la antigua herrería es un viaje entre prados, piedra y memoria viva. Susín, también en el entorno de Biescas, demuestra que un pueblo puede oficializarse como deshabitado y, sin embargo, rebosar de vida y humanidad.
Ainielle
Situado en la remota comarca natural del Sobrepuerto, Ainielle quedó grabado en el imaginario colectivo gracias a la novela 'La lluvia amarilla', de Julio Llamazares, que narra la soledad de su último vecino. El aislamiento y la dificultad de acceso fueron determinantes para que este rincón quedara vacío.
Visitar Ainielle, en el municipio de Biescas, supone una auténtica travesía por senderos y tiempo, entre restos de casas y una atmósfera de misterio. La ruta es exigente pero recompensada por paisajes únicos del Alto Gállego.
Lapenilla
Lapenilla fue durante siglos un pequeño bastión de la vida rural, donde agricultura, ganadería y oficios tradicionales convivieron bajo la sombra de antiguas casas solares y una iglesia barroca. El avance imparable del embalse de El Grado o y la expropiación condenaron a sus gentes a marcharse y sus tierras al olvido.
Su emplazamiento, en el término municipal de La Fueva y las estribaciones de la Sierra del Turón, y sus restos, lo convierten en parada recomendada para amantes del senderismo y la historia rural del Alto Aragón.
¿Cuántos pueblos abandonados hay en Aragón?
Aragón cuenta actualmente con centenares de pueblos abandonados y deshabitados, especialmente en las provincias de Huesca, Zaragoza y Teruel. El fenómeno del éxodo rural vivido en el siglo XX, sumado a expropiaciones y a factores socioeconómicos, ha dejado un reguero de núcleos silenciosos. Se calcula que hay cerca de 250 núcleos declarados despoblados en Aragón aunque la cifra varía según criterios, ya que no hay un registro oficial.
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