
El reciclaje es una práctica cada vez más generalizada en todos los hogares del mundo. Su expansión se debe a un aumento de la preocupación por el medio ambiente, y más en concreto por la exorbitante cantidad de residuos que año tras año generamos los seres humanos. Se estima que, actualmente, generamos más de 2.010 millones de toneladas anuales. Una cifra muy alta que, sin embargo, es casi anecdótica si la comparamos con las previsiones a medio plazo, ya que se espera que aumente hasta los 3.400 millones de toneladas en menos de 30 años.
La generación de residuos acompaña casi cada acción cotidiana del ser humano y ha sido constante a lo largo de la historia. El problema hoy radica tanto en la cantidad como en sus características, ya que muchos de ellos son de materiales contaminantes o poco sostenibles, como el plástico. Hasta tal punto se ha llegado que resulta posible encontrar residuos en cualquier lugar del planeta, por inhóspito que sea, e incluso fuera de él: en el espacio.
Según datos de la Oficina del Programa de la NASA de Restos Orbitales, se estima que hay unos 20.000 fragmentos de restos de misiones espaciales flotando en el espacio. Esta situación ha generado no solo un alto grado de preocupación social, sino que también ha llevado a propuestas para encontrar soluciones.
Algunas de estas respuestas han llegado desde el ámbito de la arquitectura y el diseño. Un buen exponente es el estudio Roosegaarde, dirigido por el artista holandés Dann Roosegaarde, famoso por ser el responsable de proyectos para encontrar soluciones ecológicas y sostenibles a problemas urbanos. En colaboración con la Agencia Espacial Europea ha creado el Space Waste Lab, un laboratorio de expertos para desarrollar soluciones creativas y sostenibles al problema de la basura espacial.
Impresora 3D y basura espacial

Preocupado por la basura espacial que orbita alrededor de nuestro planeta, el Studio Roosergaarde decidió aportar ideas que ayudasen a acabar con un problema que está tomando unas dimensiones considerables. En el seno del Space Waste Lab comenzaron a proponerse alternativas sobre qué hacer con todos esos residuos generados por los objetos que desde hace décadas el ser humano envía al espacio.
Una de las propuestas más innovadoras y quizás locas (aunque no por ello imposible) es la de utilizar todos esos elementos para construir casas en las alturas. Según el diseñador holandés, con el material acumulado alrededor de nuestro planeta podrían fabricarse las estructuras que en el futuro cobijasen a las personas que viajen a la Luna. Su propuesta se basa en utilizar la impresión 3D, que en otros lugares más convencionales se ha mostrado como una tecnología útil y eficiente en aplicaciones de carácter arquitectónico.
Pero esta no es la única idea del Space Waste Lab para gestionar la ingente cantidad de basura espacial. Otras propuestas pretenden utilizarla para crear una pantalla gigante que resguarde nuestro planeta de los rayos solares, algo que puede ser interesante en un contexto en el que el agujero de la capa de ozono y el aumento de temperaturas como consecuencia del cambio climático son dos de los grandes riesgos a los que se enfrentarán las generaciones futuras.
Otra es la de crear una alternativa sostenible a los fuegos artificiales. Para ello, se arrastraría esta basura espacial hasta introducirla en la atmósfera. El resultado sería el que ya conocemos gracias a cientos de películas: la velocidad con la que se vería atraída hacia la superficie terrestre, junto con la fricción generada, provocaría que ardiesen en las alturas (esperamos que de forma controlada) y provocasen el efecto de unos fuegos artificiales.
Otros ya lo plantearon

Aunque la idea de construir casas mediante la tecnología de impresión 3D es bastante innovadora, otros ya lo habían planteado antes. La NASA lleva tiempo, al menos desde 2005, trabajando en esta línea, con la idea de que los terrestres podamos colonizar la Luna o Marte.
Este proyecto recibe el nombre de Centennial Challenges y parte de la idea de que, en los próximos 20 años, se habrán multiplicado las posibilidades de salir a pasear por el espacio y conocer otros planetas, e incluso de que algunas personas permanezcan en ellos de forma más o menos estable. Por ejemplo, personal especializado, como investigadores o ingenieros, ya que, según afirma la NASA, esperan instalar centros de investigación similares al que existe hoy en la Antártida, tanto en nuestro satélite como en el planeta rojo.
Impresión 3D: ¿una alternativa para la arquitectura del futuro?

Si la idea de vivir en una casa impresa con tecnología 3D te parece una buena opción, puedes disfrutar de este tipo de viviendas. Eso sí, en la Tierra.
Cada vez hay más proyectos que avanzan en este línea, como la impresora 3D presentada en el SXSW Conference & Festivals, en Texas. Con la aplicación de esta tecnología, resulta posible construir una casa en menos de 24 horas y por menos de 4.000 dólares (unos 3.520 euros), un precio bastante razonable.
Si el proyecto de las casas espaciales del diseñador holandés tenía un objetivo loable (acabar con la basura espacial), esta impresora no se queda atrás, ya que pretende facilitar el acceso a viviendas eficientes y seguras a familias con escasos recursos en El Salvador. De hecho, se prevé que a lo largo de 2019 se construyan, al menos, 50 casas.
El sistema diseña y construye casas con una superficie de entre 55 y 75 m2, distribuidos entre cocina, dormitorios y baño. La impresora es fácil de transportar (siempre que se disponga de un camión) a zonas remotas, como las áreas rurales salvadoreñas en las que se desarrollará el proyecto. Para que la construcción sea posible en el plazo señalado, es suficiente contar con dos trabajadores, algo que también incide en el coste de la casa.

Los promotores de esta iniciativa aseguran que cada una de las impresoras puede producir al menos 1.000 viviendas. Su intención es compartir la tecnología con otras organizaciones sin ánimo de lucro e instituciones que abordan el problema de la vivienda en las zonas pobres. El coste de la impresora es de unos 100.000 dólares (88.000 euros), una cantidad asequible si la cantidad de gente que se beneficiará de ella es tan alta como se espera.
En cualquier caso, son muchas las empresas que están comenzando a trabajar en este sector. De hecho, en España o Italia ya hay empresas y emprendedores que se han lanzado a imprimir casas para crear los primeros prototipos. Si se mantiene esta línea de trabajo e innovación, y se confirman la rentabilidad y los beneficios de esta nueva forma de construcción, posiblemente en un futuro no muy lejano comencemos a ver este tipo de casas en nuestros pueblos y ciudades. Y quién sabe, quizá fabricados con basura espacial.
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