The Economist analiza el futuro papel de las grandes urbes ante los cambios sociales y laborales del centro hacia zonas de la periferia
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El reto de una nueva economía para las ciudades globales
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Antes de la pandemia, las ciudades parecían invencibles, con un poder económico y cultural concentrado en áreas geográficas cada vez más pequeñas. Por poner unos ejemplos, en 2000, el salario diario total que percibían los trabajadores en el interior de Londres en 2000 era el doble de lo que ganaban en los distritos exteriores. En 2019, la cifra fue tres veces mayor, según The Economist. En Sídney, Australia, el incremento del empleo en los distritos del centro fue un 40% más rápido que en otras partes de su área metropolitana.

Pero ahora parece que algo ha cambiado. El éxodo de las áreas urbanas al comienzo de la pandemia, motivado sobre todo por el temor de muchos ciudadanos a contraer el virus y que muchos asumieron como algo temporal, ahora parece más permanente de lo pensado inicialmente y supone un indicativo de un cambio más profundo en las preferencias de los ciudadanos. ¿Puede ser esto algo de los que preocuparse?

Una forma de tomar el pulso a las ciudades es utilizar indicadores de movilidad en tiempo real. The Economist ha elaborado un "Índice del Éxodo" utilizando datos de Google sobre visitas a tiendas y locales de venta minorista y ocio, transporte público y lugares de trabajo, y compara la movilidad en las grandes ciudades con la de sus respectivos países.

En EEUU, Reino Unido, Francia o Japón, la actividad sigue siendo aún menor en las principales ciudades que frente al nivel nacional. Según OpenTable, una plataforma de reservas para la hostelería, las reservas de restaurantes en las ciudades son más bajas en comparación con otras partes del país.

Por ejemplo, las reservas en Canadá están un 8% por encima de su nivel prepandémico, pero aún son un 9% inferior en Toronto frente al mismo periodo. Solo una quinta parte de los trabajadores en oficinas de San Francisco han vuelto a sus edificios, con datos de Kastle Systems, una firma de tecnología.

Las zonas rurales no son las principales beneficiarias de ese cambio de preferencias de vida. Pese a que, a principios de este año, los condados estadounidenses menos poblados reflejaban mejores datos de ocupación en comparación con sus niveles anteriores a la pandemia que aquellas zonas de mayor densidad, esta ventaja se ha desvanecido en la mayoría de lugares.

Los datos apuntan más hacia un tipo diferente de redistribución de la población. “Como un huevo roto en una sartén, la actividad económica se está filtrando gradualmente desde el centro hacia la periferia, afirman desde The Economist. Las que alguna vez fueron las zonas urbanas más animadas, ahora lo son menos. Y las menos sofisticadas se llevan el botín.

El índice de movilidad de The Economist apunta a esta tendencia. El centro de París sigue teniendo menos movimiento que el resto de Île-de-France. En EEUU, los precios de los alquileres en los 300 códigos postales más densos del país han caído un 5% desde que comenzó la pandemia, pero no han cambiado en las siguientes 300 áreas más pobladas.

¿Este cambio afectará al empleo y a la productividad?

La opinión de los expertos está dividida sobre si la expansión de la actividad económica es beneficiosa o no. Desde luego, los propietarios de un comercio en el centro de la ciudad se están enfrentando a pérdidas. Pero los economistas tienen dos preocupaciones a largo plazo. El primero está relaciona con el empleo.

Una reciente publicación de la Universidad de Princeton (EEUU), liderada por Lukas Althoff, afirma que menos turistas y oficinas vacías podría significar menos empleo para trabajadores con salarios bajos, como camareros y taxistas.

La segunda preocupación es la productividad. Una idea fundamental de los economistas es que las ciudades, al agrupar a muchas personas diferentes en un espacio pequeño, ayudan a fomentar nuevas ideas y tecnologías. A los señores Glaeser y Cutler les preocupa en un artículo que un mundo basado en el trabajo remoto y, por lo tanto, de ciudades menos vibrantes, pueda ser uno en el que a la gente le resulte más difícil crear vínculos personales y absorber el conocimiento de los demás. Algo que afectaría al nivel de vida.

¿Son correctas estas preocupaciones? Sobre el empleo, el trabajo de en Princeton afirma que los trabajadores del sector servicios menos calificados en las grandes ciudades soportaron la peor parte de la recesión provocada por la pandemia del coronavirus, ya que la gente mejor pagada se retiró al teletrabajo. Los trabajadores menos cualificados en las zonas de mayor densidad de población de EEUU representaban al 40% del total de empleados a enero de 2020. Desde comienzos del año pasado, representaron casi el 60% de las horas de trabajo perdidas por la pandemia.

Las economías han reasignado los trabajos en apuros del centro de las ciudades a lugares con más demanda, aumentando el empleo en general. El empleo en las zonas de la periferia ha aumentado un 2% en comparación con hace un año, incluso cuando el empleo a nivel nacional ha disminuido. En EEUU, la demanda de empleo se está alejando de las ciudades más grandes. Sin embargo, este cambio de tendencia no está viendo en Australia, que hasta hace poco había escapado en gran medida a los estragos del covid-19. El empleo en Sídney se continúa concentrado en las áreas con mayor densidad de población.

En el análisis de The Economist es más difícil saber si el cambio perjudicará la productividad. Si las personas estuvieran confinadas en casa todo el tiempo, sería difícil establecer nuevas conexiones y descubrir nuevas ideas. Sin embargo, incluso pasar solo el 30% del tiempo de trabajo en la oficina (el actual promedio en las ciudades de EEUU) podría no afectar tanto a la innovación.

Una investigación reciente de Humu, una empresa de software, ha analizado a los empleados de los ‘call centers’ de una gran empresa antes de la pandemia. Uno o dos días de trabajo a la semana desde casa puede hacer que las personas sean más productivas tanto en el hogar como en la oficina, afirma el estudio. A diferencia de las crisis pasadas, el crecimiento de la productividad en EEUU se aceleró durante la pandemia, en lugar de desacelerarse.

“Las ciudades podrían volver a la forma de vida previa a la pandemia: el turismo podría recuperarse y los jefes podrían insistir en que la gente regrese a la oficina. Pero incluso si eso no sucede, es posible que las ciudades no estén terminadas”, afirma el reportaje de The Economist. “Los alcaldes están cambiando su enfoque y en vez de atraer empresas buscan atraer residentes y, por lo tanto, los impuestos sobre la propiedad y el consumo que generan pueden mejorar la calidad de vida", concretan.

Es probable que George Street en Edimburgo y Oxford Circus en Londres pronto sean peatonales. San Francisco planea facilitar permanentemente la instalación de cenas al aire libre en los restaurantes del centro. Algunos senadores de California también quieren que sea más fácil convertir las propiedades minoristas infrautilizadas en activos residenciales que tanto se necesitan, como parte de un mayor impulso sobre la oferta de viviendas. La pandemia no destruirá ciudades, pero las cambiará.

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