Cada vez es más común que las personas busquen viviendas flexibles y adaptables a sus necesidades, que se ajusten a las nuevas formas de vivir y que permitan compartir el espacio sin renunciar a la intimidad.
La casa Mango Lane, diseñada por el estudio australiano DFJ Architects, es un ejemplo perfecto de cómo una construcción puede responder con inteligencia a estas necesidades. Está pensada para una mujer independiente, pero preparada para transformarse en un hogar de encuentro multigeneracional cuando la ocasión lo requiere.
Arquitectura modular con corazón familiar
La casa Mango Lane está situada en Nueva Gales del Sur, en un entorno con vistas a la icónica Byron Bay. La vivienda destaca por su diseño de pabellones separados, pero unidos por una pasarela exterior cubierta. Esta solución le aporta un carácter distintivo a la casa, pero también es una solución arquitectónica funcional.
Como sugiere el estudio: "El terreno tenía antecedentes de deslizamientos de tierra, por lo que tenía sentido diseñar un pabellón ligero y delicado que se extendiera a lo largo del borde del terreno, en lugar de realizar grandes movimientos de tierra."
El diseño de la casa responde a una configuración en forma de L, formada por dos alas diferenciadas. En una se encuentra la residencia principal, la cual es compacta, eficiente, de un solo dormitorio y concebida para la vida diaria de su propietaria. En la otra ala, que está conectada por una pasarela exterior que recorre el jardín, se ubican los espacios reservados para las visitas familiares.
Esta división permite mantener la privacidad sin renunciar a la hospitalidad, facilitando que los hijos adultos de la propietaria puedan quedarse por temporadas largas o cortas sin alterar el funcionamiento habitual del hogar.
Además de esta estructura principal, se ha adaptado un antiguo cobertizo del terreno como alojamiento adicional, ideal para albergar reuniones más amplias o recibir amigos. En esencia, este espacio es un conjunto modular y adaptable que puede ampliarse o reducirse según las circunstancias.
Sostenibilidad real, no solo estética
Desde el principio, los arquitectos optaron por una solución de bajo impacto que mantuviera el terreno casi intacto y priorizara el uso de materiales locales y sostenibles. Toda la madera, tanto interior como exterior, es de la especie australiana Blackbutt, cosechada en la misma región.
Según explican en el estudio, "la paleta se limitó deliberadamente para intentar infundir una sensación de calma." Solo cinco materiales fueron utilizados en todo el proyecto: madera, acero, aluminio, hormigón y vidrio.
El enfoque sostenible va mucho más allá de los materiales. Se ha buscado una autonomía energética gracias a la integración de sistemas de recogida de agua de lluvia, tratamiento de aguas residuales y generación de energía renovable. También se aplicaron estrategias de refrigeración pasiva para reducir la climatización artificial, aprovechando la ventilación cruzada y la orientación solar.
El salón principal se abre hacia el norte para captar el máximo de luz natural, y los dormitorios están orientados al este para aprovechar el sol matutino. La cubierta, por su parte, permite una mejor entrada de luz por las tardes, cuando el sol comienza a ocultarse tras la colina.
El terreno donde se sitúa Mango Lane es un ecosistema en sí mismo: rodeado de jardines frutales, una piscina, sauna, jacuzzi y zonas regeneradas de bosque tropical. Todo el paisajismo fue concebido para preservar la vegetación existente y enriquecerla con especies autóctonas, contribuyendo así a la biodiversidad de la zona.
Como bien resume el estudio, "la arquitectura debe ser sensible al contexto y adaptable a las personas que la habitan. Mango Lane es la respuesta a una vida que cambia, pero que nunca deja de lado el valor de estar juntos."
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