
El 2 de febrero de 2024, hace un año, escribí el primer artículo en idealista/news, titulado Los tres tamices socráticos aplicados a la subida del módulo en la Comunidad de Madrid.
Desde el comienzo de mi colaboración con idealista, me autoimpuse escribir con el filtro de los tres tamices Socráticos: todas mis opiniones deben ser verdaderas, útiles y bondadosas.
Pero ¿qué es la verdad?
A lo largo de los tiempos, los filósofos han buscado la verdad. La búsqueda de la verdad provenía de determinar la realidad, en base de la información, siguiendo, más o menos, este esquema:
Información – Realidad - Verdad - Poder.
En este esquema se pueden producir dos principales distorsiones. La primera que la información no sea correcta y, por tanto, tu realidad no es correcta. Por ejemplo, durante años se creyó que el mundo acababa en Finisterre o que la tierra era plana por falta de información. (Distorsión objetiva).
La segunda, una mala interpretación de la información. En 1962, el directivo de Decca Mike Smith, rechazó firmar un contrato con los Beatles porque pensó que el grupo Brian Poole and the Tremeloes venderían más discos. (Distorsión subjetiva).
Pues bien, este paradigma ha cambiado. En la actualidad, la desinformación corre a sus anchas, porque desde los grupos de poder son conscientes de que una mentira contada 1.000 veces se convierte en realidad. Una mentira deliberada se convierte en verdad.
Así, simplificadamente, nuestra sociedad tiene el siguiente esquema de verdad: Poder - Verdad - Realidad - Información.
El poder crea el relato, que se convierte en realidad, no porque sea la realidad, sino porque se inunda de información falsa, que creemos verdadera.
Sin duda, los algoritmos, las redes sociales y, sobre todo, la pérdida de credibilidad de (muchos) medios de comunicación, hacen que vivamos en un mundo de desinformación.
Paradojamente, tenemos en nuestra mano (el móvil) al alcance toda la información, pero jamás hemos estado tan lejos de la verdad y la realidad.
El triunfo de este nuevo esquema de la verdad es muy sencillo y lo explica muy bien Yuval Noah Harari, tanto en su libro Nexus, como en Homo Sappiens, ambos muy recomendables.
El valor del ser humano es la cooperación. Es el hecho diferencial de nuestra especie: ser capaces de crear redes ingentes de cooperación con seres humanos que no nos conocemos entre sí. Somos la única especie que funciona de esta manera. Los monos, hormigas y/o abejas también cooperan, pero no con otros individuos de su especie con los que no convivan.
El pegamento de esa enorme red de cooperación son los relatos (por ejemplo, 1.400 millones de católicos tenemos una realidad común con los relatos de Jesucristo, la Navidad, la Biblia, el Padre Nuestro...).
La vivienda ha caído en el relato, no en la verdad. Actualmente está en el centro de esta paradoja, porque la vivienda va a ser la cuestión que haga perder o ganar las próximas elecciones.
Relato como la campaña que se produjo en diciembre de 2023 en contra de la subida del módulo de la Vivienda de Protección Oficial (VPO) en la Comunidad de Madrid, en el que se contaba que dicho incremento paralizaría la producción de vivienda de protección porque ese nuevo precio del módulo provocaría un precio final de esta tipología de vivienda superior al de la vivienda libre. Los que sabemos de esto sabíamos que no era verdad.
Tanto es así que los datos dicen todo lo contrario. Seis meses después de la subida se visaron 3.479 viviendas vs 255 unidades en el mismo periodo de 2023.
Otro relato actual es cómo se construyeron 3.000.000 de viviendas públicas que se ‘perdieron’ por descalificarse a vivienda libre.
Confunden vivienda de protección pública (es decir que tiene un precio tasado y una calificación durante unos años), con vivienda pública, cuando la construcción de las primeras es totalmente privada, es decir, son los junta compensantes o, mejor dicho, los vecinos de vivienda libre de ese mismo barrio, los que subvencionan ese precio por debajo de mercado. Dinero del erario público, CERO. Nunca estás viviendas fueron públicas.
Y ahora leo con estupor que toca generar campaña (relato) contra el Plan Vive.
El Plan Vive cumple su función. Es un granito más para poner vivienda protegida en el mercado, en este caso de alquiler. Pero, un granito que ha generado más de 8.000 viviendas de unos suelos demaniales yermos, que no tenían ninguna productividad, además pagados por los ciudadanos, ya que no olvidemos que vienen de cesiones gratuitas. Además, se tuvo que inventar un modelo buscando inversores, financiación, construcción industrializada… que está siendo copiado por otras regiones. Las calidades de las viviendas son máximas, algunas de ella con sello Bream, que incluso no lo tienen las actuales mejores viviendas de lujo.
Respecto a las críticas por falta de interés, el ejemplo de Alcorcón, en el que se presentaron más de 13.000 solicitudes para 200 viviendas.
Los datos, la verdad, dice que el Plan Vive es un éxito; evidentemente, como todo, mejorable.
Este tipo de desinformación, la construcción de relatos que no son verdad para generar nueva realidad, tiene dos objetivos. Por un lado, desacreditar al contario y, por otro, seguir alimentando el relato para que siga haciendo de pegamento entre aquellos que comulgan con esas ideas. Es como si cada día inventáramos un nuevo Padre Nuestro, que nos ayude a seguir cooperando.
Entonces, ¿no crees que a través de información veraz, puedas hacer entender a la sociedad, que solo a través de poner mucha oferta en el mercado se resuelve los retos de vivienda y que los actores principales de la solución es el sector privado?
Estoy convencido que ese relato lo tenemos perdido.
El otro día estuve sentado con un joven profesional y tratamos este tema. Fue contundente: “Mi generación no va a protestar, porque está convencida de que los promotores (sector privado) son los culpables de que no tengan vivienda, ni por un asomo se plantean que este es un problema político y no de mercado, y no van a aceptar que hay una transferencia de rentas a las clases pasivas (a cambio de votos) en menoscabo de los jóvenes”. Es desalentador, pero es la verdad sobre la base del relato actual.
He querido escribir un artículo algo triste por dos motivos; primero, porque soy muy obstinado y optimista, y creo que podemos revertir el paradigma y volver a esquemas Información – Realidad – Verdad – Poder. Por lo menos hay que intentarlo.
Y, además, porque creo que el sector privado, este que genera riqueza, tiene más conciencia social y debemos generar nuestra propia verdad basada en contar lo positivo, no entrar en las descalificaciones y profundizar en los temas (ante mítines y ocurrencias). En definitiva, poner en valor lo que sabemos, que es gestionar, trabajar y no en entrar en la batalla de tweet.
Por lo menos, es lo que creo que hay que hacer, desde mi humilde opinión.
Así que siendo consciente de que en determinados ámbitos de poder lo único que importa es la gestión del relato sigo pensando que la Administración lo que debe hacer es GESTIONAR.
Más gestores y menos jefes creadores de relatos.
Nosotros a seguir explicando a la sociedad que la vivienda sí tiene solución. Vamos a por ello.
Jorge Ginés es director general de ASPRIMA desde octubre de 2023. Licenciado en Derecho y diplomado en fiscalidad, inició su carrera profesional como consultor de desarrollo de negocio y ha fundado la empresa Desaprendiendo. Es autor del libro “¡Aún dicen que el pescado es caro!; Confesiones de un consultor inmobiliario”.
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