A los 23 años se fue a trabajar a Japón con el arquitecto Toyo Ito, algo que le influyó sobremanera en su forma de ver la arquitectura pero también, en la vida en general. La casa H, que pertenece a uno de sus clientes y donde se ha grabado este reportaje, es la primera que diseñó en España. Él tiene casa en Nueva York y Miami pero confiesa que donde más tiempo pasa es en las salas de espera de los aeropuertos. Alfredo Muñoz es el fundador del estudio Abiboo.
¿Siempre quiso ser arquitecto?
Desde que tenía 3 años quería ser albañil. Estaban haciendo un parque al lado de mi casa y me parecía fascinante poder construir algo que no existía. Pero los albañiles me decían que era una vida muy dura, que cuando llovía te mojabas. Y me decían que era mejor la vida de arquitecto. Y fui a casa y le dije a mi madre pues quiero ser arquitecto.
¿Cómo se llega a tener un perfil tan internacional como el suyo?
Va un poco de la mano de mis intereses por la antropología: me ha parecido fascinante estar expuesto a otras culturas, a otras formas de pensar, a otras maneras de entender la vida. A los 23 años me fui a vivir a Japón. Luego fui a Estados Unidos y luego, gracias a oportunidades profesionales, estuve viviendo una temporada en Oriente Medio. Cuando monté a Abiboo estudio decidimos abrir la oficina en India. Cuando se viaja, se conoce otra forma de pensar pero no es lo mismo cuando vives o cuando tienes que trabajar y los retos que van asociados a hacer un proyecto, trabajar con clientes locales, gestionar pagos...
Cuando se vive tantos años fuera, ¿se tiene un ojo más crítico con la arquitectura que se hace en España?
El inglés fluido no es una cosa muy común, a lo mejor no tanto en mi generación pero en generaciones más mayores, entonces eso ha impedido a muchos compañeros poder acercar la profesión en países que están lejos de la órbita latinoamericana o española. La formación académica española en cuanto al diseño es espectacular y creo que el mundo se ha perdido la posibilidad de que ese talento español tenga más posibilidades de darse a conocer.
¿Qué arquitectos admira?
Infinidad. Creo que Norman Foster es probablemente uno de los que más admire. Su obra ha tenido un impacto fundamental en la última parte del siglo XX. Desde un punto de vista más intelectual, Toyo Ito: su acercamiento hacia la arquitectura, mucho más teórica, más experimental, tuvo una influencia fundamental en mi forma de entender el diseño y la arquitectura. Peter Zumthor, su trabajo me parece exquisito, la sensibilidad, la sofisticación, los materiales…
¿Los arquitectos españoles tienen mayor reconocimiento en el extranjero?
La falta de reconocimiento del arquitecto es una tendencia no solo en España sino a nivel internacional. Actualmente, el arquitecto no deja de ser una herramienta más para lograr objetivos que pueden ser políticos, en el caso de que sea un edificio institucional u objetivos económicos, en el caso de que sea una promoción privada. Pero creo que esa figura del arquitecto como una persona respetable que tiene un vínculo con el impacto social y la ciudad y el diseño como manera de mejorar la vida de las personas, a lo mejor se daba más hace 30 o 40 años.
Háblenos de la casa en la que estamos.
Estamos en la Casa H, una de las viviendas que diseñamos al principio, cuando empezamos en el estudio, es una casa de las que estamos muy orgullosos. Empezamos a conceptualizar cómo podría ser una vivienda que estuviera muy vinculada con el arte, que tuviera diferentes espacios completamente organizados de una manera orgánica, donde cada espacio se diseñó de una manera autónoma y luego esos espacios se iban coordinando y juntando. Es una vivienda de una escala importante, casi 2.000 metros cuadrados de vivienda.
Actualmente su estudio tiene varios proyectos en India…
Estamos haciendo dos torres, una mini ciudad para vivienda social y una vivienda de 5.000 metros cuadrados. Las oportunidades que ofrecen países emergentes, como es el caso de India, es que hay mucho por hacer y eso es una gran oportunidad para oficinas como la nuestra. El trabajo no sobra. Antes de la crisis muchos compañeros me decían que siempre les llamaban, que no tenían que buscar trabajo. Siento celos de esos compañeros que han tenido esa oportunidad. Desde que empecé la oficina en 2010 he tenido que estar buscando trabajo sin parar por medio mundo.
Háblenos del ego y de los arquitectos.
El ego de los arquitectos va de la mano de una combinación entre cultura occidental y la influencia académica de las escuelas de arquitectura. Sigue existiendo un vínculo con el romanticismo, donde el creativo es un genio que tiene una conexión especial con la creatividad. Obviamente, eso empieza a cambiar, pero sigue habiendo una presión en las escuelas de arquitectura occidentales donde se insinúa o incluso se lava el cerebro y el arquitecto puede acabar pensando que a lo mejor tiene algo especial porque es creativo. Cuando estuve en Japón me maravilló porque Toyo Ito, que es probablemente uno de los arquitectos vivos más influyente, es una persona humilde, sencilla, aunque también eso va muy de la mano de la cultura japonesa. Creo que no puede salir algo interesante si no es a través de un ejercicio de colaboración con compañeros, con consultores tanto de ingeniería como de diseño, de paisajismo, de diseño, de iluminación, con los clientes… Eso lo aprendí con la cultura japonesa, donde nunca, al menos por mi experiencia, se elige una idea, por muy interesante que sea, si viene de una persona. El arquitecto es casi como una figura de director de orquesta, donde tienes muchas figuras, cada uno aporta una experiencia y el arquitecto tiene que inspirar a cada uno de esos miembros del equipo, incluyendo al cliente.
Y, ¿cuál es su rincón favorito en casa?
La verdad es que, aunque dé pena decirlo, tengo oficina también en casa. Entonces, mi rincón favorito es la oficina: es ahí donde me paso la vida cuando no estoy en los aviones.
¿Tiene algún objeto fetiche?
Mi padre, falleció muy joven y una vez ya fallecido, tuve un sueño muy vívido. Era mi padre y me decía que era importante disfrutar el momento y que la vida se iba muy rápido, que era casi como un reloj de arena donde el tiempo pasa demasiado rápido. Entonces me desperté y compré un reloj de arena muy bonito que tengo en mi casa de Miami, en la oficina. En ese sentido, cuando estoy viajando, aunque no voy con el reloj de arena porque es bastante grande, me intento acordar de disfrutar el momento. Es algo también que he aprendido en India. En India la meditación es algo muy común. Medito con cierta frecuencia y va muy de la mano también del estar con los pies en la tierra y dándonos cuenta de que la vida se va muy rápido.
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