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A mediados de los años 90, Apple andaba algo despistada. Hacía aproximadamente una década que Steve Jobs había salido por la puerta trasera de la empresa que él mismo había fundado. Sin Jobs, Apple quedó en manos de John Sculley, un hombre que venía de Pepsi y para el que lo importante no era la innovación sino vender cualquier cosa a cualquier precio.

Durante su ‘gobierno’ la familia Macintosh creció desmesuradamente, con hasta 36 modelos y versiones diferentes. Apenas se presentaron productos revolucionarios y sí evoluciones más o menos mejoradas de los ordenadores personales preexistentes. Su política fracasó estrepitosamente y Sculley fue despedido en 1993.

Los nuevos gestores de Apple, el alemán Michael Spindler (1993-1996) y Gil Amelio (1996-1997), tampoco dieron con la tecla y pusieron a la compañía en una posición más que delicada. Buscaron ampliar las líneas de negocio en campos en los que la compañía no tenía experiencia, como los videojuegos.

El día que Apple pensó vender cafés en lugar de fabricar productos revolucionarios
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Así nació en 1995 Pippin, una consola llamada a competir con la PlayStation de Sony y la Nintendo 64. El batacazo fue de proporciones épicas: duró apenas un año en el mercado en el que únicamente se vendieron 42.000 unidades de las más de 100.000 que se fabricaron. Un fracaso que convirtió a Pippin en uno de los 20 peores productos tecnológicos de la historia, según la revista PC World.

Con la aventura de los videojuegos haciendo aguas, a los directivos de Apple se les ocurrió que debían hacer sus productos más accesibles al gran público, pero en lugar de optar por tiendas al uso apostaron por diseñar una red de cibercafés de diseño en las principales ciudades del mundo, de Los Ángeles a Tokio, pasando por Nueva York, París o Sídney.

El 12 de noviembre de 1996 Satjiv Chahil, vicepresidente de marketing de la compañía de la manzana mordida, anunció la creación del Apple Cafe. La idea era que los clientes pudisen aprovechar la conexión a internet de alta velocidad para navegar por la web o jugar a videojuegos, además de disfrutar del mejor café. “Será el lugar en el que mostremos nuestros productos al mundo real”, aseguraba Chahil en las crónicas de la época.

El primer gran Apple Cafe estaría en Los Ángeles. Sería un enorme local de más de 1.400 m2 con espacio para 250 clientes. Entre las localizaciones se barajaron Beverly Hills o Santa Mónica y el diseño se encargó a la compañía Landmark Entertainment Group, especializada en decoración de tiendas, parques de atracciones y casinos en Las Vegas como el Cesar’s Palace.

El día que Apple pensó vender cafés en lugar de fabricar productos revolucionarios
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Este proyecto estuvo vivo solo unos meses y apenas quedan unos bocetos como prueba. No quedaba dinero en la caja para acometer semejante iniciativa: el 1 julio de 1997 las acciones de Apple cerraron su cotización en Wall Street a 13,19 dólares, aproximadamente un 84% menos que 10 años antes y su valor más bajo desde que Steve Jobs abandonó la compañía.

A partir de agosto de 1997, ya con Jobs de nuevo al frente de la compañía, Apple fue paralizando todos los proyectos que se alejasen del ADN de la compañía, la innovación. El nuevo equipo aportó por productos revolucionarios: primero el colorido iMac y después el iPod. Con eso se evitó la quiebra de la empresa, que según palabras del propio Steve Jobs, estuvo “a sólo 90 días de la bancarrota”.

Cerca de 500 tiendas

Los planos de los cibercafés se guardaron en el cajón, aunque Jobs mantuvo viva en su cabeza la idea de crear lugares icónicos en los que los consumidores pudiesen descubrir los productos de la compañía: la primera Apple Store abrió sus puertas el 19 de mayo de 2001. Hoy, 15 años después, hay casi 500.

Hasta 40 países cuentan ya con al menos una Apple Store. Algunas de las tiendas de la firma de la manzana mordida no son solo lugares donde sus usuarios pueden probar los iPhone, los iPad los ordenadores Mac o el reciente Apple Watch, sino que además se han convertido en auténticos iconos de la arquitectura. Buen ejemplo de ello es el mítico cubo de los de Cupertino en la Quinta Avenida de Nueva York. 

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En España, Apple decidió instaurar su buque insignia en los 6.000 m2 -repartidos en siete plantas- del número 1 de la Puerta de Sol, sede del antiguo hotel París, uno de los más lujosos de Madrid, que permaneció abierto durante 143 años.

La compañía fundada por Steve Jobs inició en 2011 un ambicioso proyecto de rehabilitación del icónico inmueble del que, además de la fachada, ha mantenido las columnas de hierro forjado originales. 

Para darla “continuidad” a la tienda según se entra desde la calle, Apple ha decidido usar el mismo granito que hay en la Puerta del Sol para el suelo y construir una enorme cúpula de cristal que dota de un chorro de luz natural a todo el espacio diáfano de la tienda.

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