Artículo escrito por Germán Pérez Barrio, presidente de UVE Valoraciones
La mayor parte de los edificios se siguen construyendo en el solar en el que permanecerán definitivamente con medios, en gran parte, artesanales, y con un planteamiento general en la organización de su construcción que no difiere sensiblemente del que se seguía en Mesopotamia hace 5.000 años. Sí, los materiales de construcción han cambiado desde entonces y los medios auxiliares se han motorizado, pero el concepto de construcción ‘in situ’ permanece casi inalterado.
Construir así tiene algunos inconvenientes: los obreros están sometidos a las inclemencias del tiempo, se producen más errores, el control de calidad se complica y se produce un número de residuos muy superior al que correspondería a una fabricación controlada en un edificio acondicionado y con maquinaria diseñada específicamente para cada elemento de construcción.
Cuando estudiaba la carrera de arquitecto, a finales de los años 70, ya se hablaba de prefabricación. En un entorno económico europeo dominado por la fabricación y la industrialización desde los inicios del siglo XIX, la construcción de edificios aparecía como una isla no industrializada que era difícil de entender incluso en aquellos momentos.
Más de 40 años después, y tras sucesivos intentos de industrializar diferentes partes de las edificaciones, la situación sigue casi igual y la pregunta surge casi sola: ¿Por qué?
En mi opinión, hay dos grandes razones que explican el retraso en la industrialización de la construcción. En primer lugar, y quizá la razón más importante y definitiva, la falta de estandarización de los elementos de construcción. Sin una estandarización generalmente aceptada y aplicada, la inversión en fábricas no podría justificarse si sus piezas sólo se pueden usar para un proyecto, por muy grande que este sea.
En segundo lugar, el carácter cíclico de la promoción inmobiliaria. Casi todos los intentos de industrialización han sido protagonizados por promotoras que han visto cómo su actividad se incrementó en la fase de auge del ciclo económico y que adquirían un tamaño suficiente como para plantear una fabricación de piezas para sí mismos -una especie de estandarización propia-, pero que, al llegar la fase de caída del ciclo económico con las habituales consecuencias de disminución drástica de la actividad, no tenían tamaño suficiente para rentabilizar la industrialización.
A lo largo de los últimos años ha habido iniciativas de industrialización muy prometedoras en el mundo de la construcción. La escasez de mano de obra de la construcción y su dificultad de incrementarla por lo poco atractivo de un trabajo en duras condiciones a la intemperie y el creciente aumento del coste de tratamiento de los residuos han facilitado el florecimiento de dichas iniciativas, pero para consolidarlas hay que avanzar en un acuerdo generalizado de estandarización.
Si se consigue la estandarización, la construcción industrializada empezará a ser más barata que la tradicional y sus evidentes ventajas de calidad y rapidez desplazarán definitivamente al sistema antiguo. Esperemos que sea así.
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