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Neopaquismo: el manual de supervivencia decorativa del ‘millennial’ que se ha hecho viral en Twitter
idealista/news

Un hilo viral en redes sociales ha puesto nombre al elefante en la habitación. Bueno, al elefante de madera que compraste en Tailandia y que ahora preside tu estantería Kallax: el neopaquismo, la corriente de interiorismo que define los pisos de toda una generación y que no es casualidad, sino pura necesidad material. El usuario @XMihura ha conseguido lo imposible: hacer que miles de millennials y zoomers miren su piso y se den cuenta de que no viven en un hogar, sino en un episodio de Black Mirror decorado por Ikea. 

Su análisis del neopaquismo como fenómeno sociológico ha arrasado en redes sociales, y no es para menos. Para entender qué es el neopaquismo, primero hay que conocer a su némesis: el paquismo. Ese estilo de los pisos de nuestros padres entre 1965 y 1985, con gotelé en las paredes (para tapar los defectos de construcción barata), muebles de madera maciza que pesaban como un piano, fotos de bodas y comuniones en marcos dorados, y una distribución pasillera donde la cocina estaba separada y el salón era el epicentro de la vida familiar.

El neopaquismo es, básicamente, la negación total de todo eso. Pero no por capricho estético, sino por pura supervivencia económica y social.

Los seis pilares del piso neopaco (o cómo reconocer que vives en uno)

1. Mobiliario de Ikea: Billy, Kallax, Malm y Bestå como religión

Frente a los muebles eternos de madera maciza del paquismo, el neopaquismo abraza el conglomerado sin complejos. Billy, Kallax, Malm, Bestå: estos no son nombres de amigos suecos, son los iconos de una generación que no puede permitirse muebles de verdad ni la certeza de vivir en el mismo piso dentro de dos años.

Son muebles baratos, modulares, desmontables. Perfectos para las mudanzas constantes que exigen los alquileres precarios y la movilidad laboral forzosa. ¿Que tienes que cambiar de ciudad? Pues desmontas, metes en cajas y a empezar de nuevo. Como la vida misma, vaya.

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Ikea

2. Muerte al gotelé (y que Dios nos pille confesados con las paredes blancas)

Lo primero que hace cualquier millennial al mudarse: arrancar el gotelé, lijar hasta sangrar por las uñas y pintar de blanco impoluto. El gotelé es el enemigo público número uno del neopaquismo.

Pero aquí viene el plot twist: el gotelé no era solo estética cutre, era funcional. Disimulaba los defectos de construcción de las casas baratas del franquismo y, sobre todo, las trastadas de los niños. Al eliminarlo, cualquier roce deja marca. Las paredes neopacas no toleran dedazos, ni manchas, ni vida real. Son paredes de museo, no de hogar.

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Placomat

3. El altar a la cultura pop: adiós fotos de familia, hola Funkos

Las fotos de bodas, bautizos y comuniones han sido desterradas. En su lugar, el neopaquismo erige un nuevo santuario: la vitrina de Ikea iluminada con tiras LED (controladas por Alexa, por supuesto), repleta de Funkos, figuras de videojuegos y merchandising vario.

En las paredes ya no hay cuadros heredados. Ahora cuelgan láminas de Amazon, pósters de conciertos o series, mapamundis para rascar, el cuchillo que compraste en Japón, la figurita de madera de un elefante de tu viaje a Tailandia.

La clave está aquí: el estatus ya no se mide por la posesión de bienes ni por los logros familiares (esas copas de los torneos de los hijos del paquismo). Ahora se mide por la acumulación de experiencias: haber estado en, haber visto, haber consumido.

La familia ya no ocupa el centro de la vida. La casa no es un sitio donde criar hijos (que probablemente no existen), sino un escenario donde representar tu identidad construida a través de "experiencias". O lo que es lo mismo: un fondo de Instagram en el que habitas temporalmente antes de mudarte al siguiente piso de alquiler.

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Creative commons

4. La tele como altar laico: mínimo 55 pulgadas o no eres nadie

Si en el paquismo el salón era el espacio de reunión familiar, en el neopaquismo el salón se reorganiza por completo en torno al consumo audiovisual en solitario o en pareja.

La televisión ya no es un mueble más: es EL mueble. Al menos de 55 pulgadas, montada en la pared o sobre un Bestå (siempre Bestå), rodeada de dispositivos: PlayStation, Switch, Apple TV, barra de sonido, el router con sus lucecitas parpadeantes.

El sofá ya no mira a la mesa ni invita a la conversación. Mira directamente a la pantalla, en una disposición casi religiosa. Es el altar laico del neopaquismo: Netflix, HBO, Disney+, Prime Video.

Mientras el paquismo organizaba el espacio para la familia y las visitas, el neopaquismo se organiza en torno al streaming. No hay sillas extra, no hay espacio para más de tres personas. Porque apenas hay visitas. Y si vienen, se saca el pouf.

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Ikea

5. Cocina americana: la ilusión de espacio (y la mentira de cocinar)

El paquismo separaba la cocina del resto de la casa. Un espacio cerrado donde se cocinaba de verdad: guisos, fritos, olores. La cocina era territorio materno, un sitio de trabajo.

El neopaquismo derriba esa pared. La cocina americana es el símbolo máximo de la modernidad: espacio diáfano, integración visual, sensación de amplitud. Una barra con taburetes separa (o no) la cocina del salón.

Pero aquí viene la trampa: la cocina americana funciona porque ya no se cocina de verdad. Se calienta, se ensambla, se pide. Meal prep los domingos, tuppers en la nevera, Glovo cuando no hay ganas. Nada que genere humo, nada que manche, nada que huela demasiado.

Un espacio diáfano exige una vida diáfana: limpia y ordenada. Sin niños ni comidas familiares que ensucien. Sin vida doméstica, vamos.

Y cuando por fin llegan los niños (si es que llegan), la cocina americana se convierte en una pesadilla: imposible contener el caos, el desorden y los olores que penetran en la gomaespuma del sofá. Se destruye la estética impoluta que prometía el render del arquitecto.

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Creative commons

6. Despacho en lugar de habitación infantil: bienvenidos al teletrabajo eterno

Los pisos paco presuponían la existencia de niños; sus habitaciones estaban planificadas. En la vivienda neopaca ese espacio se ha resignificado: ahora es despacho de teletrabajo, habitación gaming o trastero de alta rotación.

Standing desk de Ikea, silla ergonómica o gaming, uno o dos monitores externos. El work from home solo es viable en una casa sin niños, sin ruidos y sin caos. El neopaquismo permite el teletrabajo precisamente porque ha eliminado la vida doméstica del hogar.

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Creative commons

Bonus track: plantas de plástico, Legos y air fryers

El neopaquismo tiene más capas que una cebolla de Mercadona. Las plantas de plástico (porque no conoces a tu vecino lo suficiente como para pedirle que te las riegue cuando te vas tres semanas de viaje), los sets de Lego expuestos como si fueran arte, el air fryer como electrodoméstico fetiche (cocina rápida, para uno o dos, sin manchar, sin olores), las luces de neón con frases motivacionales ("Good vibes only", "But coffee first"). Todo tiene sentido cuando entiendes la filosofía de fondo.

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