Es el monasterio más antiguo de la Comunidad de Madrid, pero apenas es conocido. Se encuentra en un pequeño pueblo de apenas 2.500 habitantes, Pelayos de la Presa, y las ruinas que no han sucumbido al paso de los siglos todavía tienen el poder de sobrecoger al visitante, que no puede evitar viajar mentalmente varios siglos hacia el pasado, hasta la época de esplendor del conjunto arquitectónico. Hoy, gracias a la dedicación del arquitecto Mariano García Benito, quien dedicó los últimos años de su vida a restaurarlo, podemos admirar su belleza.
El Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias fue fundado en el siglo XII, cuando la frontera de los reinos cristianos avanzaba hacia el sur y llega hasta la cuenca del Tajo. En 1150, Alfonso VII el Emperador, Rey de León, otorga a la comunidad benedictina del Valle de las Iglesias un Privilegio Real por el que pueden fundar el Monasterio de Valdeiglesias, que se incorporará a la Orden del Císter pocos años después.
A lo largo de los siete siglos que permaneció activo, el monasterio se convierte en el motor de la región, con momentos de esplendor y otros de decadencia. De la vida monacal de sus habitantes pueden todavía apreciarse el refectorio, donde los monjes se reunían para realizar las refacciones, con sus bancos de piedra y los huecos en el suelo para colocar las mesas de madera, o la enorme chimenea de la cocina.
La puntilla le llegó al monasterio con la Ley de Desamortización de Mendizábal, de 1836, mediante la que el Estado podía expropiar tierras y propiedades de la Iglesia para ponerlas en el mercado. Las construcciones y los terrenos sobre los que se asienta pasarán a manos privadas, comenzando una época de decadencia que llega hasta finales del siglo pasado.
Se vende monasterio
“Después de la desamortización de Mendizábal, el monasterio pasa al abandono, al expolio y a la ruina”, explica Antonio Sin, el alcalde de Pelayos de la Presa. “En los años 60 y 70 esta era la cantera del pueblo. Ahora lo vemos como un disparate, pero en aquel momento la gente venía y cogía las piedras para hacer sus casas”.
Las importantes obras de arte que albergaba el Monasterio también fueron desapareciendo. Algunas de ellas están localizadas. La sillería del coro, tallada en madera de nogal por Rafael de León en el siglo XVI y considerada una de las más importantes obras escultóricas del Renacimiento español, se encuentra en la Catedral del Murcia. Y algunas de las tablas que Juan Correa de Vivar pintó para el altar mayor de la iglesia se encuentran expuestas en el Museo del Prado.
El destino que aguardaba al monasterio no era otro que la ruina y desaparición, si no fuese por la aparición providencial de la figura de Mariano García Benito, quien en 1974 leyó un anuncio en el diario ABC, en el que se vendían las ruinas del monasterio por 12 millones de pesetas (poco más de 72.000 euros).
“Cuando mi tío vio el monasterio, sintió un flechazo instantáneo”, rememora Ana Muñoz, sobrina de Mariano y presidenta de honor de la Fundación creada para la protección del monasterio. “Ese mismo día compró el terreno, y no se arrepintió jamás”.
Donación a los pelayeros
Mariano García Benito no era un profano en la rehabilitación de edificios. De hecho, era un reconocido arquitecto, de cuyo estudio nacieron obras como el Edificio Cuzco IV, en el Paseo de la Castellana de Madrid; o el Antiguo Edificio Philips, que hoy ocupa Iberia, también en Madrid. Sin embargo, el arquitecto decidió abandonar todo por su nuevo proyecto vital.
“Primero empieza a desescombrar con la ayuda de familiares y amigos”, recuerda el alcalde de Pelayos, “y, más tarde, con la ayuda del Ayuntamiento y otras instituciones, comienza el proceso de protección del monasterio”.
Don Mariano, como era conocido en el pueblo, dedicó los últimos años de su vida a intentar que el Monasterio de Valdeiglesias recuperase, al menos, algo de su gloria pasada. Una década después, de su adquisición, el monasterio fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Ante tamaña empresa, decidió ceder su propiedad al Ayuntamiento de Pelayos, a condición de que crease una fundación que tuviese como cometido su conservación y difusión.
Entre las obras que realizó se encuentra la rehabilitación de la torre renacentista, con cinco plantas, que habilitó como vivienda, y que hoy da la bienvenida al visitante como museo oficioso del proceso de rehabilitación del monasterio.
Protección y difusión
El alcalde de la localidad madrileña se lamenta por el poco presupuesto de que disponen para continuar con las obras: “Nuestro objetivo ahora es preservarlo, intentar protegerlo de la mejor manera posible, y la difusión, a nivel cultural, histórico, artístico, de un patrimonio tan importante como el que tenemos aquí”.
Para ello, la Fundación se afana por que el monasterio albergue actividades que colaboren a financiar su rehabilitación. Cada vez se realizan más eventos entre sus paredes, como conciertos de música clásica o representaciones teatrales, que ayudan a que el Monasterio de Valdeiglesias sea cada más conocido, y que las arcas de su fundación ganen músculo.
“Uno de los sueños que tenía mi tío, y que a mí me gustaría que se hiciese realidad”, confiesa Ana Muñoz, “es construir una hospedería en la que se puedan celebrar congresos, presentaciones, etc. Eso ayudaría a que el monasterio fuese autosuficiente”. Lo que ayudaría a ver cumplido el sueño de don Mariano.
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