Han pasado únicamente 148 días desde que el pasado 18 de septiembre se celebrase la ceremonia de clausura de los Juegos Paralímpicos de Río. Con esta celebración la ciudad brasileña cerraba su ciclo olímpico, un sueño que costó más de 6.000 millones de euros y que tras la celebración de las Olimpiadas arrojó unas pérdidas extra de cerca de 40 millones.
Y eso no es lo peor: cinco meses después del cierre de las competiciones, la villa olímpica acumula instalaciones abandonadas o semiderruidas, desde el otrora legendario estadio de Maracaná a los circuitos de piragüismo o bicicleta de montaña.
El ayuntamiento de Río es incapaz de asumir los costes de mantenimiento y tampoco ha podido encontrar ninguna empresa privada que quiera hacerse con la explotación de estas infraestructuras. Es más, los organizadores de los Juegos aún deben cerca de medio millón de euros en recibos de electricidad atrasados.
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