
El modernismo está de moda, y lo está desde hace tiempo. Un estilo que refleja claramente una sociedad de cambio, burguesa e industrial, y atrae precisamente por romper con ella, buscando lo único y el trabajo artesanal en la creación de formas naturales en forjados o cerámicas.
Surgió a finales del siglo XIX, estuvo activo hasta aproximadamente la Primera Guerra Mundial y rompió con la rigidez académica para dar paso a la imaginación, la línea curva, los motivos naturales y una nueva concepción del espacio. En arquitectura, abrazó la innovación técnica con nuevos materiales como el hierro o el vidrio y una estética ornamental inconfundible.
Frente al academicismo del siglo XIX, el modernismo celebró lo artesanal, lo vegetal, lo simbólico. Las fachadas se llenaron de florituras, los interiores de vidrieras y mosaicos, y los edificios se convirtieron en obras totales de arte.
En España, este estilo tuvo una fuerte implantación, especialmente en Cataluña, pero su huella puede rastrearse por todo el país. Veamos, a continuación, las principales ciudades donde se puede descubrir.
Las ciudades españolas del modernismo
Barcelona es, sin lugar a dudas, la capital del modernismo español. La ciudad se transformó a través del trabajo de arquitectos como Antoni Gaudí, Lluís Domènech i Montaner y Josep Puig i Cadafalch. Entre sus obras más emblemáticas se encuentran el Palau de la Música Catalana, la Casa Batlló, la Casa Ametller o el Parque Güell. El barrio del Eixample y, en concreto, el Passeig de Gràcia, es un auténtico museo al aire libre de este estilo.

En Madrid, aunque el modernismo no tuvo el mismo protagonismo que en Cataluña, dejó ejemplos valiosos. Destacan edificios como el Palacio de Longoria (actual sede de la SGAE), diseñado por José Grases Riera; o la Casa Gallardo, en la Plaza de España. En barrios como Chamberí o Malasaña aún se conservan portales y fachadas con decoraciones modernistas.

Valencia vivió un importante auge modernista gracias al impulso de una burguesía comercial en expansión. Destacan los edificios públicos como el Mercado de Colón, obra de Francisco Mora Berenguer; y el Mercado Central o la Estación del Norte, así como edificios particulares en el Eixample. También se debe resaltar el barrio marítimo del Cabanyal, con un modernismo popular muy interesante.


En el norte, Bilbao cuenta con una interesante arquitectura modernista, en parte influenciada por las corrientes belgas y francesas. Entre los edificios más representativos encontramos el antiguo Café Iruña, la Casa Montero, y el Hotel Carlton. El Ensanche bilbaíno aún conserva numerosas fachadas decoradas con motivos florales y estructuras de hierro forjado.
Málaga, impulsada por el auge económico de principios del siglo XX, también desarrolló una arquitectura modernista singular. Edificios como la Casa de las Navajas en Torremolinos, la antigua Casa del Guardia o el Mercado de Salamanca combinan elementos clásicos con detalles decorativos típicos del modernismo. Además, algunas villas residenciales en Pedregalejo y El Limonar conservan la estética de la época.

Por último, en Sevilla, ciudad más asociada al regionalismo, encontramos ejemplos puntuales de modernismo integrados con estilo andaluz. La casa de Laureano Montoto de Aníbal González, el Edificio Telefónica o algunos pabellones de la Exposición Iberoamericana de 1929 reflejan una interpretación local del modernismo, donde las formas curvilíneas se mezclan con cerámicas vidriadas y motivos vegetales.

El modernismo en el mundo
El modernismo no fue un fenómeno exclusivamente español, sino que tuvo multitud de focos en distintas ciudades europeas que le otorgaron diferentes nombres. De hecho, su carácter internacional es una de sus grandes riquezas.
En Austria se conoció como la Secesión vienesa, con figuras como Otto Wagner o Josef Hoffmann, mientras que Francia y Bélgica fue el 'art nouveau', con ejemplos notables en París y Bruselas, gracias a arquitectos como Hector Guimard y Victor Horta. En Italia, en cambio, recibió el nombre de Stile Liberty, visible en ciudades como Milán o Turín.
En Escocia, el movimiento se manifestó a través del trabajo de Charles Rennie Mackintosh, dentro del llamado Arts and Crafts; y en Alemania se habló de 'Jugendstil', mientras que en países nórdicos se desarrolló una versión más sobria conocida como romanticismo nacional.
En todos estos lugares, el modernismo significó lo mismo: una ruptura con el pasado, una celebración del arte total, y un impulso creativo que buscaba hacer de lo cotidiano algo extraordinario. España, con su enorme diversidad cultural y regional, ofreció interpretaciones propias que hoy siguen fascinando a quienes recorren sus calles con los ojos bien abiertos.
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